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El impensado presente del Gallego González: de sus locuras en el fútbol a casado con su exmujer y súperabuelo

A sus 61 años, el exdelantero que fue campeón en tres de los cinco clubes donde jugó y no se privó de nada tanto dentro como fuera de los campos de juego, hoy hizo pie al lado de lo mejor de su vida: su familia.

Sergio Chiarito

10 de septiembre 2023, 06:05hs

Video PlaceholderMano a mano con el Gallego González (Sergio Chiarito/TN).

El Gallego González mantiene el mismo sentido del humor de sus tiempos locos de jugador de fútbol. Esteban Fernando jugaba como vivía: con potencia, con desfachatez, con algún que otro escándalo, con fiestas que agradece no hayan sido contemporáneas de las redes sociales, con olfato de goleador que sabe dónde y cuándo. Fueron 15 años de fútbol, títulos, luces y tapas de revistas. Hoy, a sus 61 años, no es de los que lamentan lo que ya no es, sino que encontró en su familia, empezando por su exmujer, el nuevo gran estímulo de su vida.

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Es que este loco lindo del fútbol hoy elige los afectos verdaderos, los de las bases, que son sus hijos y el de su exmujer que ahora, después de separarse y volverse a casar, es nuevamente su esposa, Mabe, pero también en los que se multiplicaron: Gael, Lola y Bastian sus nietos.

El Gallego González con sus nietos y su mujer, Mabel.

El Gallego González con sus nietos y su mujer, Mabel.

“Cuando veo a un pibe con la camiseta de San Lorenzo lo paro y le pregunto si me conoce”

Apenas la charla arranca, el Gallego habla de su amor por San Lorenzo, el club donde pasó los momentos más lindos de su carrera y cuenta una actitud que tiene con los pibes que no lo vieron jugar. “Cuando veo un chico con la camiseta de San Lorenzo, lo paro y le pregunto si me conoce. Si no me conoce, le cuento quien soy y le pido que se saque una foto conmigo para que se la muestre a su padre o le hago hacer una videollamada”. Es que el legado, dice, tiene que hacerse.

El oro

El exfutbolista se ganó el corazón de los hinchas del Ciclón a fuerza de goles gravitantes, como aquel histórico de la conquista del Clausura 1995. “En ese torneo viví muchas cosas que me quedaron marcadas. El Bambino Veira pidiéndole a los hinchas que vayan a Rosario porque se iban a perder de dar la vuelta, mi gol a Belgrano luego de despedir a mi papá y el que le hice a Rosario Central para salir campeones. Cuando llegué no podía creer lo que era esa tribuna. Le decía a Ruggeri: ‘Cabeza, mirá lo que son estos tipos’”.

El barro

Pero a ese pibe admirador de Hugo Gatti y criado en el barrio de San Telmo no se le hizo fácil debutar en Primera con Ferro, el histórico club donde finalmente, un día, jugó. “No me tenían en cuenta para dar el salto. “Tuve la fortuna dec que en un partido amistoso en Pontevedra hice un par de goles y justo atrás de un árbol estaba Carlos Aimar, que era ayudante de Carlos Griguol mirando esa práctica. A la semana siguiente estaba entrenando con los mayores. Ferro fue una gran escuela para mí y terminé ganando campeonatos. Ahí, los jugadores más grandes no enseñaban a respetar”.

El glorioso Vélez de Bianchi

El Gallego también formó parte del inicio glorioso del Vélez de Carlos Bianchi. Con el Fortín pudo festejar el Torneo Clausura 1993. “La hinchada me pedía en todos los partidos. Me peleaba con Jose Luis Chilavert porque él no quería que me subiera al alambrado a gritar los goles. Mirá como son las cosas que cuando Chilavert empezó a hacer goles, se tiraba de cabeza para que todos vayamos a abrazarlo”.

Esteban Fernando González tenía un destacado club de fans de mujeres que caían a los pies de su facha. Pero había una que estaba por encima de todas por mucho más que su cara bonita: era Nélida, su mamá y fiel seguidora. “Fue todo para mí”, dice y aquel amor que sintió de ella es el que hoy él le transmite a su hija: “Yamila tiene la camiseta número 16 con la que le hice el gol a Belgrano. Siempre critico a los jugadores que se sacan la camiseta cuando festejan un gol, porque creo que el hincha quiere ver su camiseta. No me preguntes que me pasó, pero cuando le hice el gol a Rosario Central me la saqué”.

El Gallego González, ídolo en San Lorenzo (FOTO: @Gallegogonzalez11/INSTAGRAM).

El Gallego González, ídolo en San Lorenzo (FOTO: @Gallegogonzalez11/INSTAGRAM).

El delantero que salió del arco

Increíblemente, antes de llegar a Ferro, el Gallego la rompía como arquero en Caballito Juniors. “Yo entrenaba mucho y además me gustaba salir y disfrutar. Si hoy con 10 goles por campeonato vales ocho palos, yo en esa ¿sabés lo que hubiera valido?”.

Todas las vidas del Gallego González

¿Fuiste un privilegiado dentro del fútbol?

– En realidad soy un agradecido porque si mañana naciera de nuevo, volvería a ser jugador de fútbol a pesar de lo malo que tiene esta profesión. Dicen: ‘qué lindo es jugar al fútbol’, pero esos no saben que son mayores las tristezas que las alegrías porque solo un equipo sale campeón. Tuve la suerte de salir campeón en tres de los cinco equipos donde jugué, pero eso lo describo como un milagro.

¿Haber pertenecido al Ferro de Carlos Griguol te ayudó para tomar buenas decisiones?

– Griguol me enseñó a hacerme el nudo de la corbata. Cuando fui a firmar mi primer contrato, se sentó a mi lado porque quería ver cómo defendía mi contrato. Él consideraba que si sabía hacer eso, iba a tener personalidad para jugar en la Primera de Ferro. Yo ya tenía 22 años y me deslumbró con su razonamiento. Terminé pidiendo premios por cantidad de partidos jugados, de goles y por salir campeón. Conseguí las tres cosas.

¿Se percibió la grieta de estilos futbolísticos?

– Las diferencias estaban pero a mí no me interesaba. Yo jugaba en un equipo que ganaba a pesar de que muchos lo trataban de aburrido. No estábamos acostumbrados a que un equipo presione durante todo el partido y les complique la vida a los equipos grandes.

¿Te educaron en Ferro?

– Jugué la Copa Libertadores con Juan Domingo Rocchia, Cacho Saccardi y Adolfino Cañete, entre otros tantos grandes jugadores. En un córner no bajé a marcar y justo cabeceó el jugador que era mío. Rocchia me empezó a insultar y le levanté la mano como diciendo ‘dejame de joder’. Cuando entré al vestuario me dieron un golpe en la cabeza y terminé debajo de una camilla. Era Rocchia diciéndome que nunca más le haga ese tipo de gestos. Me dijo: ‘Te va a servir para tu vida’, y cuánta razón tenía.

¿A Ferro ibas en auto?

– A Griguol no le gustaba que te compres un auto si todavía no tenías tu casa. Los que teníamos auto lo dejábamos a tres o cuatro cuadras del entrenamiento. Yo no le hice caso a Carlos porque jugué 17 años en Primera y me compré 19 coches. Mi primer auto fue un 147 y hasta le compré una Nissan NX a Diego Armando Maradona en treinta y cinco mil dólares. Me acuerdo que llevé al escribano a la casa de Diego y no cambié la cédula verde. Cuando me paraba la policía me llamaba Diego Maradona.

¿Cómo viviste el asalto que sufrió tu papá?

– Eso fue terrible porque mi viejo tenía una joyería, lo asaltaron y le metieron un tiro. Yo jugaba en Deportivo Español y Ríos Seoane (ndr: expresidente del club) movió cielo y tierra para que mi viejo salve su vida. Lo llevaron al Hospital Español y lo salvaron. Ahí tenés un ejemplo: Ríos Seoane era humano pero te tenía que demostrar que se hacía lo que él quería.

En 1984 sufriste un gravísimo accidente de tránsito que puso en riesgo tu carrera ¿Cómo seguiste jugando después?

– Ese accidente de auto me hizo crecer mucho más y darle valor al día a día. Yo no me lastimé en la cancha sino fuera de una cancha. Durante cinco meses fui al centro de Adolfo Mogilevsky y me tiraba 300 pelotas para que salte como un jugador de vóley. Y después las tenía que juntar y volver a empezar. Por eso mi fuerte era el cabezazo.

¿Se puso en duda tu vuelta al fútbol?

– Sí. El doctor Miguel Ayerza, que fue quien me operó, me dijo que iba a ser muy difícil que pueda volver a jugar. Yo le conteste ‘dejame derecho que yo me arreglo’. Me dejó con el chasis medio ladeado pero pude salir adelante porque era muy exigente conmigo mismo. Capaz que era un perro porque me chocaba contra las paredes, pero para mí los partidos de entrenamientos eran como partidos. Yo gritaba los goles en las prácticas y más si jugaba para los suplentes.

¿Llegaste reventado a algún entrenamiento?

– Me gustaba salir pero yo te decía la verdad. Por ejemplo: al Bambino Veira le decía que había salido y me decía ‘hoy baño y masajes, pero mañana a las 9 entrenamos’. Y al otro día era el primero en la fila para demostrarle que le valoraba ese guiño que me había hecho. El Bambino me entendía porque las hizo todas. A él le cabe la frase de Maradona de si se hubiera cuidado, qué bueno hubiera sido.

El Bambino Veira.

El Bambino Veira.

¿En Vélez te volviste a sentir jugador?

– Llegué libre del Málaga de España y me puse a buscar club. Fernando Arean me dio la oportunidad de entrenar en Argentinos y justo tuve la suerte de jugar un amistoso contra el Vélez de Fillol, Ruggeri y Gareca y en 15 minutos ya había hecho dos goles. Entonces pensé que alguno de esos dos clubes me contrataría seguro. Les dije que me dolía la pierna y me senté en el banco de suplentes. Esa noche llegué a mi casa y había una tarjeta del representante Daniel Comba que decía que Vélez me quería y así pude volver a jugar en la Argentina.

Formaste parte de la época gloriosa de Vélez…

– Sí. Hacía 23 años que Vélez no salía campeón y pudimos festejar en 1993. Tuve que pelear el puesto con dos bestias como el Turu Flores y Omar Asad, que lógicamente tenían el respaldo de Carlos Bianchi. Pero la gente gritaba ‘los goles del Gallego que ya van a venir’ y yo les pedía que “aflojen” porque Bianchi era especial. No fue de los técnicos con quien mejor relación tuve, pero cuando la gente me pedía, él me ponía y ganábamos 1 a 0. Fui el goleador del equipo y jugué la primera fase de la Libertadores en la que Velez salió campeón, pero esa no me la anoto.

¿Por qué no pateaste el penal del campeonato?

– Porque pensaba que lo iba a errar. El cholulo, el tribunero dijo “este penal no es para mí”. Miré hacia atrás y lo vi venir a Chilavert. Llegó, pateó, hizo el gol y Vélez salió campeón. Yo no dudé en ningún momento porque en ese momento no estaba para patearlo. “¿Te cagaste?, si me cagué”, pero el que salió campeón fue Vélez que era lo más importante.

¿San Lorenzo te cambió la vida?

– Me canjearon siendo el goleador del torneo por Flavio Zandoná, que era defensor y sin dinero de por medio. Mirá las ganas que tenía de seguir jugando que no me importaba la plata. Me incentivaron los llamados del Bambino Veira y Oscar Ruggeri. Me decían ‘venite que vos saliste campeón en todos lados’. Finalmente se terminaron encontrando el jugador más tribunero y una terrible hinchada.

Es uno de los campeonatos más recordados por el hincha…

– Cuando perdimos con Vélez y le anularon el gol a Silas quedamos con pocas chances. En el vestuario estábamos todos liquidados y el Bambino entró con un cartel que decía “Vamos a salir campeones”. Nos dijo: ‘Muchachos, lean esto’ y se fue. Y ahí nos levantamos todos y empezamos a motivarnos.

¿Cómo viviste la semana previa a jugar contra Rosario Central?

– Estaba haciendo la entrada en calor y el Bambino me lleva a la mitad de la cancha y me dice que no voy a jugar. Lo insulté de arriba a abajo y me fui a mi casa sin bañarme. Mi actitud fue pésima ante los compañeros. Pero estaba tan mal que la noche previa al partido le dije a Ruggeri, que era mi compañero de habitación, que me iba a tomar un café. Esa noche me quedé en un bar hasta las dos y media de la mañana.

¿Cómo fue el día de ese partido glorioso?

– Yo seguía con mucha bronca por no jugar. Cuando bajamos del micro y nos íbamos hacia el vestuario siento que alguien me pegó de atrás. Era el Bambino, que me dijo: ‘Quedate tranquilo, que el gol lo vas a hacer vos”. A lo que le respondí “que gol sino juego”. Veira siguió de largo y se metió en el vestuario. Durante el partido hizo mucho frío y me la pase escuchando la radio y le dije a Gilberto Angelucci, que era el arquero suplente, que me preste los guantes porque no los usaba nunca.

¿Y cómo fue cuando entraste a jugar?

– Si empataba Gimnasia no alcanzaba. Y en un momento se da vuelta el Bambino y le digo ‘¿cuando mierda me vas a poner?’. Me dice que vaya a calentar y le dije que entraba así como estaba. Hacer ese gol fue maravilloso y me hubiera sentido muy mal si no ganábamos ese campeonato de película. Y esa película tuvo un final hermoso.

¿Tu gol a Belgrano es el que más querés?

– Mi papá estaba mal de salud, pero quería que yo vaya a jugar. Él quería saber cómo me estaba yendo en San Lorenzo y que haga goles. Me llaman a la medianoche y me dicen que mi papá había fallecido. Dejé la concentración y el velorio empezó a las tres de la mañana y el entierro fue a las 11. Mi idea era estar en el partido contra Belgrano y eso hice. Llegué al vestuario y mis compañeros me acompañaron con un respetuoso silencio.

¿Estabas para jugar?

– Veira me preguntó que quería hacer y le respondí que a mi viejo lo quería despedir dentro de la cancha. Estaba en el banco de suplentes y “cabeceaba” del cansancio que tenía. El Bambino me volvió a preguntar y le dije “quiero entrar”. De esa película solo me acuerdo que Roberto Monserrat tiró el centro, rechaza Sebastian Brusco y le vuelve a quedar a Monserrat. Tira un centro al segundo palo y desde arriba mi papá me ayudó a saltar y pude hacer un gol inolvidable que lo grite con mi vieja y mi hermano. Ese día me enamoré del hincha de San Lorenzo.

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