La carrera para el 22 de octubre desnuda las fragilidades de las tres fuerzas con mayor competitividad para este turno electoral. Las tres candidaturas están paradas sobre tribus sin capacidad de aumentar los 27%/29% de los votos, cifra que ilustra el triple empate.
Aumenta esa fragilidad la ausencia de liderazgos. Javier Milei, beneficiado por el triunfo del 13 de agosto transmite incertidumbre entre su tropa. Más que liderazgo, tiene autoridad sobre los suyos. Pero no demuestra control sobre el aluvión de heridos que se suben a su ambulancia.
Su armado se asemeja al FrePaSo de los años ’90, tercera fuerza que tuvo su verano, alimentado por restos del peronismo, el radicalismo y la izquierda, disidentes de sus naves nodrizas que eran el PJ y la UCR.
Milei es un candidato silencioso que espera maduren los efectos de su perfil ganador, mientras deja jugar a todos con impulsos cuentapropistas que no le interesa controlar. Su ventanilla es una oportunidad, como fueron Menem y el FrePaSo en la última década del siglo anterior, para recibir aportes de distintas procedencias en busca de nuevas posibilidades.
Sus adversarios ya hacen bromas sobre cómo todas sus consignas disruptivas van siendo enmendadas a medida que se acerca la primera vuelta. Si en algo coinciden todas las fuerzas es que el mapa que surgirá del 22 de octubre será muy diferente al que mostró las PASO.
Candidato en estado gaseoso
Juntos por el Cambio no se repone de la pelea Macri-Larreta, que los enterró en una polémica que deterioró el perfil ganador que tenía esa fuerza desde 2021, cuando ganó las legislativas.
Los sondeos que manejan sus campañólogos señalan dificultades para retener el voto larretista en la CABA y, en la provincia de Buenos Aires, también cuesta sacarlo a Néstor Grindetti del estado gaseoso y llevarlo al estado sólido.
Lo eligió Macri para candidato a gobernador, pero no levanta vuelo. Apuesta a la emocionalidad, como mostrarse este sábado en un retablo privado, tal como ya le sirvió a Jorge Macri: se casa, y lleva a Pilar a un seleccionado de amigos a brindar por su suerte conyugal.
La consorte es la exlegisladora Karina Spalla, funcionaria del gobierno de Horacio, aunque su especialidad es el coaching. Prepara a candidatos para salir al escenario con buena dicción y mejores gestos. Por sus frutos la conoceréis.
Macri debía estar en la fiesta de Pilar, pero ese compromiso se superponía con otra boda de postín este mismo sábado en Madrid, la de un miembro de la familia Sielicky. Mauricio, o un sosías, pudo estar, antes de llegar allí, en residencias del archipiélago balear, en donde sus amigos Antelo y Miguens buscan abrigo veraniego. Nunca menos.
Provincializar vs. nacionalizar
Como las otras fuerzas, JxC entra en la campaña con una necesidad que requiere tácticas contradictorias. La oportunidad de provincializar los comicios locales choca con la necesidad de Patricia de nacionalizar su candidatura. Sus estrategos coinciden en que la clave está en ganar la provincia de Buenos Aires.
Solo ganando el distrito más grande de la Argentina, Bullrich tiene chance entrar al ballotage. Según el documento que se atribuye a su jefe de campaña Derek Hampton, eso exige: «1. Retener el 28% de JxC (particular énfasis en AMBA y entre mujeres); 2. Sumar 5 puntos entre los 2-3 millones de no votantes de la PASO que deberían participar de la elección de octubre (con énfasis en +50 años) y 3. Recuperar a los “caídos” del 2019 (mayoritariamente en el interior productivo del país e interior de la PBA)».
Se dice fácil, pero esta voluntad de mover votos ausentes se da de patadas con la necesidad de los partidos de provincializar la campaña.
Ninguno de los candidatos nacionales superó los 27/29 puntos. Esa insoportable levedad no ayuda a los jefes territoriales a subir los porcentajes. Peor aún, si intervienen pueden derrumbar la herramienta clave del 22 de octubre, que es movilizar a los territorios, para hacerlos jugar en beneficio propio, o desmovilizarlos para perjudicar a los adversarios.
En Santa Fe, la chance este domingo parece beneficiar a JxC con la figura de Maxi Pullaro. Los dirigentes nacionales casi no aparecieron por ahí. Este domingo Larreta piensa alzarle el brazo al ganador, pero solo cuando se haya conocido el resultado.
Respetan la misma consigna en el Chaco quienes pelean por la gobernación el próximo domingo. También en Mendoza compiten cabeza a cabeza Alfredo Cornejo con Omar de Marchi, y los dos han pedido a los referentes nacionales que no pisen el distrito.
Massa entorna a los gobernadores
El peronismo sigue convencido de que la clave para que Sergio entre en el ballotage es que se movilice el voto peronista del interior, en donde Javier Milei no tuvo competencia porque no se disputaban candidaturas locales.
Son distritos que adelantaron sus elecciones y los gobernadores no jugaron el 13 de agosto. Tenían justificativo: ningún gobernante debe arriesgar el poder ganado en una elección, en una segunda competencia.
No hay que ir a Chile para encontrar este modelo que enterró a Boric, que fue de la victoria a la derrota por arriesgarse a un plebiscito constitucional inoportuno.
Un jefe territorial sólo juega cuando tiene que defender su distrito. Para los gobernadores eso ocurrirá el 22 de octubre, y de ahí que Massa cree tener una chance de entrar en el ballotage si acuerda con los mandatarios provinciales algún programa futuro.
Ya habló con ellos el martes pasado, en el zoom que hicieron los gobernadores del Norte Grande. Siguió este sábado en Tucumán, con la reunión convocada por Juan Manzur, con la presencia de Massa.
Hay quienes creen que dejarlo ganar a Milei fue una venganza del interior para castigarlo a Massa. No reparan en otra ley de la política. Un gobernador solo juega una vez. Le pasó a Carlos Menem el 27 de abril del 2003. Ganó la primera vuelta frente a Néstor Kirchner y junto a él validaron su poder los jefes territoriales del peronismo. Ya no necesitaban más, y abandonaron al riojano para el ballotage del 18 de mayo.
En esos distritos, quienes vencieron a sus adversarios internos en la primera vuelta, veían que la venganza de los derrotados les podía volver en tiempo récord. Y eso que los ganadores con Menem en 2023 habían sido Juan Carlos Romero, Rubén Marín, Ángel Maza, y otros hombres de un menemismo a prueba de balas, el de aquellos años. Cuando “menemismo” se decía «menenismo».
La disputa por la iniciativa
La necesidad de no nacionalizar los comicios impide a los candidatos buscar el apoyo territorial. Por eso, las negociaciones se hacen en la clandestinidad. La soledad de Bullrich candidata, tan aislada de la propia tropa como Milei, no le permite armar equipos que vayan más allá de las iniciativas publicitarias.
Hay un comando que mezcló los equipos de Patricia y Larreta, pero la tarea se agota en proponer ocurrencias que discutan las consignas de los adversarios. ¿Milei habla de dolarización? Que pase Melconian y lo atienda en público. Una apuesta a la tautología, porque habría que hablarle a los que no te votan.
Melconian es una estrella del voto de JxC. ¿Milei habla de convertibilidad? Marche una foto de Luciano Laspina con Domingo Cavallo.
El exministro se regocija con los pininos de estos discípulos. Cuando Laspina tuvo protagonismo como uno de los talentos de la economía – hace años -, Cavallo dijo que era su discípulo. Milei hace músculo repitiendo que Cavallo fue el mejor ministro de la historia.
Más lo entusiasmaba Menem, que invitaría a Milei a un almuerzo para decirle que sería su heredero. Lo mismo diría Menem de Miguel Pichetto en una presentación pública en la que aseguró que sería presidente.
Estos gestos, que son reacciones a las consignas de Milei, le reconocen la iniciativa, y encierran a JxC en el callejón sin salida de trabajar para el adversario.
La campaña de JxC está hoy a la retaguardia de las ideas de campaña, atrapada en la economía de la reacción, que implica actuar como un resorte en respuesta al que te puede ganar. Es como esos jugadores de selecciones de contrafrente, que cuando juegan con la selección argentina van y le piden la camiseta firmada a Messi.
Quién va a negociar con los peronistas normales
Hace falta un jefe en ese comando, en el que cada cual se va acomodando a la nueva tarea mostrando ingenio proselitista. Solo con un líder esas ocurrencias pueden servir a una estrategia. Pero sin líder no hay estrategia.
Para mover los territorios, Patricia debería empoderar a una decena de dirigentes nacionales que controlan provincias, para que hagan campaña por ella.
Las PASO hirieron las relaciones entre ellos, lo que impide que salgan a hacer campaña hombres como Larreta en CABA, Miguel Pichetto o Emilio Monzó en provincia de Buenos Aires, Mario Negri, Luis Juez o Rodrigo de Loredo en Córdoba, ErnestoSanz en Mendoza, Roberto Basualdo en San Juan, Ángel Rozas en el Chaco, etc.
Muchos de ellos respaldaron a Larreta en las PASO. La mayoría no tiene diálogo hoy con Patricia. Esos caciques territoriales son los que tienen capacidad movilizar voluntades que comprometan a gobernadores del peronismo del interior, que quieren salvarse del cristinismo, en algún entendimiento con este surco de la oposición.
El sector que triunfó en las PASO se caracteriza por su rechazo a cualquier heterodoxia. Perdieron a los amigos del peronismo normal del interior, los que facilitaron los acuerdos entre 2015 y 2019 para que Juntos por Cambio pudiera gobernar.
El único dirigente cercano de ese sector es Sebastián García de Luca, hoy coordinador político de la campaña de Patricia. Sabría como desplegar esas negociaciones, pero llegó al cargo junto a la candidata sin que ella lo consultase con Monzó o Rogelio Frigerio, de quien García de Luca fue funcionario.
Lo capturó en silencio, como Jorge Macri designó a Clara Muzzio, una larretista, de candidata a vice sin consultarlo a Larreta. Dos maniobras de descalificación, que les hacen pagar a Monzó y a Horacio como si estos fueran delegados suyos en la cúpula.
Patricia revela su entendimiento de lo que es para ella esta campaña cuando le pidió en público a Juan Schiaretti que bajara su candidatura a presidente. ¿Qué logra atacando a un dirigente que solapa su constituency con la de JxC?
El kirchnerismo, adversario fantasmal
El documento de campaña de Hampton se titula «Estrategia PB hasta octubre» y confía todavía en la eficacia de centrar la acción en un ataque contra el «kirchnerismo».
Un argumento para revisar porque: 1) es dudoso que haya diferencia entre el peronismo y el kirchnerismo, que es una marca que alzan los adversarios del oficialismo en el ciclo Kirchner para no pelearse con el conjunto del peronismo. Son la misma cosa y su candidato es Sergio Massa, ¿qué otra prueba hace falta para entender que en el fondo son lo mismo?;
2) El llamado kirchnerismo es ya un adversario fantasmal. El cristinismo – que el voto del propio peronismo ha sancionado desde 2021 – permanece oculto. No aparece la familia Kirchner (Cristina, Maxi), ni tampoco Wado de Pedro. Sin cristinismo que lo justifique, este argumento se queda sin utilidad y suena a viejo.
La suerte de Unión por la Patria depende de la candidatura de Axel Kicillof, que no tiene ballotage para reelegir, pero que es la última trinchera del tercio peronista. Él debe pelear para no deteriorarlo más.
«Hoy Milei nos disputa exitosamente el status de vehículo para sacar al kirchnerismo del poder», dice el documento de Derek, anclado en una etapa inferior de esta campaña.
No es novedad que el peronismo ha alentado el crecimiento de Milei. Sabe que produce un cisma en Cambiemos, que operó Macri y después Bullrich, exaltando la coincidencia con el economista en torno a “las buenas ideas».
El cisma dividió a JxC y le hizo perder. Este punto es más importante que la exhibición de peronistas en las listas de Milei, una obviedad porque se ha alimentado de gente del PRO del interior, que nunca soportó con tolerancia la convivencia con los radicales y la Coalición.