En los Estados Unidos, Javier Milei causa más curiosidad que temor. “Por un lado, no es conocido ni saben qué haría como presidente. Molesta, pero su ascenso tiene mucho sentido. En 18 de las últimas 20 elecciones las ganó un outsider, un candidato antisistémico”, reflexiona un veterano consultor con muchos vínculos en la Casa Blanca y el Capitolio.
En Washington observan a Milei con desconfianza. Sobre todo por su propuesta de dolarizar y la falta de estructura política para llevar adelante un plan de reformas económicas. “Todos los países requieren una política fiscal sostenible que lleve a tener deudas no demasiado altas, y dolarizar o no dolarizar no sustituye esa tarea”, advirtió públicamente la semana pasada Rodrigo Valdés, director del FMI para la región.
No solo es Milei. La Argentina es observada como un dilema. Les resulta difícil comprender la crisis económica en un país con abundancia de recursos estratégicos: alimentos, energía, minerales críticos y unicornios tecnológicos. Lo que miran es lo que heredará el próximo gobierno, más allá de quien gane. Déficit fiscal, distorsión de precios relativos (bienes caros, tarifas baratas), deuda pública, un Banco Central sin reservas y un dólar oficial atrasado. “Hacen falta consensos políticos y sociales para salir del estancamiento de los últimos 10 años”, razonan.
A pesar de todo, el gobierno de Joe Biden considera que la Argentina podría ser un aliado crucial en la región. En la Casa Blanca hay mucho enojo con el presidente de Brasil, Lula, por su alineamiento con Rusia tras la invasión a Ucrania. También observan con preocupación los avances de China en el hemisferio sur, en temas muy sensibles como la tecnología 5G, las reservas de Vaca Muerta y el acceso al litio y al cobre.
En la capital norteamericana reconocen sus limitaciones. Aunque descartan imposiciones, plantean que no pueden impedir las facilidades que ofrece Beijing sin ofrecer alternativas más atractivas. En este contexto, creen que instituciones crediticias como el FMI, el Banco Mundial y el BID deben adaptarse y ocupar un rol compensador. De allí los esfuerzos de la administración de Biden para destrabar el último acuerdo de la Argentina con el FMI.
El organismo desembolsó finalmente los US$7.500, a pesar de los incumplimientos de las metas comprometidas. Para Washington, esto prueba el interés de respaldar a la Argentina, tal como ocurrió en la crisis de 2002, más allá del gobierno de turno y los candidatos actuales. De todos modos, en el Fondo y la Casa Blanca admiten hoy que la devaluación post- PASO (”corrección cambiaria”) fracasó. “La formación de precios fue mayor que lo esperada”, dicen ahora.
Los supervisores y responsables del programa argentino son los economistas Valdés y Luis Cubeddu. Entre abril y agosto, el actual staff técnico mantuvo intensas negociaciones con el ministro candidato Sergio Massa. El FMI condicionó el acuerdo a una suba del tipo de cambio oficial y otras medidas complementarias (política monetaria y fiscal más dura) para acumular reservas, “que se cumplieron a medias”. La prioridad ahora es acordar un nuevo programa con el futuro gobierno.
En los EE.UU. explican que la Argentina debe primero estabilizar la economía y ordenar las variables que impiden el crecimiento. Economistas de las tres coaliciones (Unión por la Patria, Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza) visitaron Washington para explicar cómo lo harán. El líder libertario insiste con dolarizar y promete una abrupta baja del gasto público. Sus principales alfiles (Roque Fernández, Carlos Rodríguez y Diana Mondino) descartaron opciones de shock para alejar fantasmas.
Este jueves, Milei viajó sorpresivamente a Nueva York. En un viaje fugaz, el candidato libertario partió este jueves entrada la noche, pero se desconocen los motivos. Allí se encuentran dos de sus enviados económicos, Darío Epstein y Juan Nápoli. El objetivo es reunirse con banqueros e inversores para dar más detalles sobre las medidas que se podrían implementar si Milei llega a la Casa Rosada, entre ellas la dolarización y la eliminación del Banco Central.
La “casta” de los Estados Unidos deja en claro que no impulsan ni apoyan una eventual dolarización. “El señor Milei tocó este tema y ellos tienen un plan que están trabajando todavía y yo no me adelantaría en la discusión. Es algo que toma su tiempo. Ellos han hablado de que esto no se haría al día siguiente si es que ganan la elección”, subrayó Valdés.
Carlos Melconian (el eventual ministro de Economía de Patricia Bullrich) presentó un plan con eje en el ajuste del gasto para bajar la inflación. Al frente de un equipo de 70 economistas, el director del Ieral (Fundación Mediterránea) se postula frente al establishment local y estadounidense como una opción racional y creíble. Y repite que en la Argentina, dolarizar es inviable.
En la capital estadounidense juran que apoyarán al próximo gobierno, sin importar su color político. Esto no implica un cheque en blanco, pero recalcan que la Argentina tiene todas las condiciones para resolver su crisis y para equilibrar la balanza contra “las tendencias fascistas” que emergieron en la región, y sobre todo en Centroamérica. Dicen claramente que el mundo está en un punto de inflexión (”el más importante desde la Segunda Guerra Mundial”), que se da cada 4 o 5 generaciones. Por eso insisten en tener una agenda común con la Argentina.
Washington todavía no se recuperó de la pandemia. La economía norteamericana se recuperó, pero las huellas de la crisis del Covid están a la vista. Amparadas por dos enmiendas constitucionales, cientos de personas sin trabajo (homeless) acampan en plazas y parques porque lo perdieron todo. Las líneas de subterráneo también lucen muy descuidadas con respecto a 10 años atrás.
Las urgencias y preocupaciones locales, sin embargo, no impiden la mirada global. Y en ese tablero aparece la Argentina. En los centros de poder ya no se habla de Cristina Kirchner. Un cambio de época. Pero de Mauricio Macri, sí. Algunos especulan que el expresidente podría incidir en un eventual gobierno de Milei. “En el mercado financiero se preguntan si podría ponerle límites si llegara a salirse de la banquina. Y si podría aportarle la estructura para poder gobernar”, es una de las tantas hipótesis que se barajan en los EE.UU.
«Argentina es un caso fascinante», dice un ex director del FMI
Alejandro Werner dice que el caso argentino es un desafío atrapante.Dentro de la estructura del Fondo Monetario Internacional, la complejidad de la Argentina causa fascinación. “En los últimos 40 años, la economía tiene los peores registros de crecimiento de la región y siguen luchando con los mismos problemas de los años 70 y 80, que otros países resolvieron”, dijo en una entrevista con Clarín Alejandro Werner, exdirector del FMI para el Hemisferio Occidental, que en su momento estuvo a cargo de las negociaciones con la Argentina.
-¿Por qué les resulta tan atractivo?
– Claramente, para muchos directores, economistas entrenados en finanzas internacionales, el caso argentino es muy interesante. Allí subsisten dificultades que fueron superadas en la región. Incluso con gobiernos de cualquier signo político. México, por ejemplo, es respetuoso del Banco Central. Lo mismo Chile, con Gabriel Boric. Desde ese punto de vista, la tentación de contribuir con la estabilización económica, es muy atractiva.
-Desde afuera se tiene otra impresión. ¿Me lo explica?
-Cuando llegas al FMI, se analiza la economía de muchos países. Con la Argentina, la tentación es que podés contribuir a resolver sus problemas, es un caso diferente, porque se trata de una destrucción económica gigantesca. Lo mismo podría ocurrir con Venezuela, cuando tenga que reconstruir la suya. Uno se entusiasma en que ahora sí habrá un cambio y que se va a romper con la dinámica de inflación y default, y que uno puede aportar una ayuda. Luego te das cuenta de que eso no ocurre y que terminará afectando tu reputación.
-¿Cómo fue la relación del FMI durante los gobiernos kirchneristas?
-Al principio, no teníamos ni diálogo ni programa económico. En algún momento, hubo conversaciones para preparar un plan, pero de asesoría. Durante el gobierno de Alberto Fernández, en el inicio, se produjo una etapa de cooperación para reestructurar la deuda y para implementar un posible programa. Pero las visiones de mediano y largo plazo eran muy divergentes.
-¿Cómo observa hoy la economía argentina? ¿Tiene algún diagnóstico?
-La economia argentina está sobrediagnosticada. Los problemas son conocidos. Se necesita un nivel de gasto público más bajo, un Banco Central independiente y hacer reformas. El costo regulatorio es alto y se requiere de una economía más abierta. El problema es cómo se logra el consenso social: ahí está la dificultad. Hay que ver si la sociedad se pone de acuerdo en tener un Estado que pueda financiar.
-¿Cree que existen las condiciones para lograr ese consenso?
-Hay sectores de la sociedad y políticos que toleran cosas sin sentido. Como tener una aerolínea pública que pierde millones cada año, con estos niveles de pobreza, es una locura. Hay modelos de desarrollo anticuados, que no se pueden sostener con los impuestos. El centro de gravedad ha cambiado pero hay que ver si se aceptan o no los cambios. Por ejemplo, cómo se desarman los regímenes proteccionistas, que benefician a sectores empresarios, que facturan millones por vender celulares o televisores.
-¿Considera que la sociedad está preparada para realizar reformas?
-No vivo en la Argentina, pero lo que observo es que hay un mayor entendimiento de esos problemas. En este período electoral, los políticos argentinos sienten que pueden hablar de esas cosas, que 8 años atrás, no. Como ajuste fiscal, reforma laboral y apertura comercial. Fue muy ingenuo pensar que se podía crecer y que las inversiones iban a llegar con cambios graduales. Hoy la percepción es que la sociedad está más dispuesta. Ahora, si la gente va a respaldar esos cambios después del 10 de diciembre, eso no lo sé.