El lanzamiento en 1983 del disco Speaking In Tongues de la banda Talking Heads supuso toda una convulsión en el panorama musical global. Sin duda uno de los mejores discos de los 80, para el crítico de la revista Rolling Stone, David Fricke, el álbum borró la delgada línea que separaba el art pop blanco del deep funk negro. Fricke elogiaba en su pieza la naturaleza híbrida y cierta eléctrica frescura que el álbum sigue conservando casi intacto tanto tiempo después.
El crítico también señaló que aquella nueva música de la banda capitaneada por David Byrne conseguía escaparse sin ningún esfuerzo de las pretensiones que solían caracterizar a la música de aquel momento, y además lo hacía con una actitud relajada y suministrando una música que era increíble para bailar, calificándolo en la última línea de su artículo como: “Un nuevo modelo para los futuros grandes discos para escuchar en fiestas”.
En eso tenía razón, está claro que el álbum probablemente sonó en miles y miles de fiestas alrededor del mundo durante unas cuantas décadas. Fue un éxito absoluto. Su canción Burning Down The House le proporcionó a la banda su único Top 10 en la lista de éxitos de Estados Unidos (llegó al nueve) y, con el tiempo, disco y canción convirtieron, si es que no lo eran ya, a los Talking Heads en un grupo de culto.
El grupo Talking Heads durante un concierto en 1977. GODLIS
De todo ello también tuvo un poco de culpa Stop Making Sense (1983), la película dirigida por el entonces joven director Jonathan Demme (que años más tarde facturaría El silencio de los corderos), y que ahora, tras hacerse con sus derechos de distribución, va a relanzar en cines e IMAX la todopoderosa productora A24, en una copia restaurada y remasterizada para celebrar su 40 aniversario.
La génesis de “el mejor ‘concert film’ de la historia”
Según se cuenta en This Must Be The Place: The Adventures Of Talking Heads In The Twentieth Century de David Bowman, una de las mejores biografías que se han escrito nunca sobre el grupo de Nueva York, en 1983 Jonathan Demme estaba rodando su primera gran película Chicas en pie de guerra, un filme grande en presupuesto (contaba en el reparto, por ejemplo, con la estrella del momento, Goldie Hawn), pero que se quedaba pequeño para las ambiciones artísticas del director. Demme odiaba profundamente esa película y deseaba hacer otra quizá más pequeña, pero mucho más divertida.
Al director estadounidense siempre le encantó la música y había visto a los Talking Heads tocar a principios de aquel año en Hollywood. El concierto le había parecido increíble. La presencia de Byrne en escena le parecía impresionante y se le ocurrió que quizá podría ser una buena idea hacer una película de uno de sus conciertos.
El proyecto también encajaba perfectamente con los intereses de la banda: estaban en su mejor momento y una película de su concierto les permitiría hacerse aún más grandes y llevar su espectáculo allí donde no podían hacerlo físicamente. Además a David le había gustado mucho Melvin y Howard, una película que Demme había dirigido hacía unos años, con lo que, tras reunirse para comentar el proyecto, todo fue como la seda.
Con Stop Making Sense, Demme pretendía seguir la estela de otras pelis musicales anteriores como The Last Waltz de Martin Scorsese o Rust Never Sleeps de Neil Young y, partiendo de su enfoque directo y honesto, hacer el mejor concert film de la historia, transmitiendo al espectador toda la energía de asistir a una actuación de los Talking Heads.
Para qué ver al público
La idea era que el concierto fuera una especie de retrospectiva de la banda, que llevaba activa desde 1975, en la que al principio aparecería solo David Byrne en un escenario totalmente desnudo y, poco a poco, se le irían uniendo músicos e instrumentos, acabando con una especie de estallido final. La primera canción elegida fue Psycho Killer, el primer éxito del grupo, una canción de 1977. También tocaron su gran hit del momento, Burning Down The House, además de diversas canciones del proyecto paralelo del batería y la bajista de los Heads, Tom Tom Club, y de algunas canciones de David Byrne en solitario.
Para su grabación se filmaron en realidad cuatro conciertos que el grupo ofreció en el Pantages Theatre de Hollywood Boulevard durante la Navidad de 1983, y se decidió que cada noche el equipo de rodaje se centraría en un aspecto concreto del concierto.
El primer día se grabó al público. El equipo colocó unos enormes arcos de luces para iluminar a las más de 2.800 personas que atestaban el local. Según se explica en el libro, la sensación de ver el gigantesco patio de butacas iluminado constantemente resultaba realmente extraña. Tanto para la propia audiencia como, en especial, para los músicos, que no consiguieron concentrarse y ofrecieron quizá el peor concierto de la historia de los Heads.
Póster de la película ‘Stop Making Sense’ sobre grupo Talking Heads.
Cuando Demme vio el resultado de la grabación al día siguiente, comprobó que era un desastre absoluto. Pero tras el shock inicial, el director pensó que quizá lo que había pasado era un golpe de suerte. Lo interpretó como una señal de que tenía que eliminar al público del montaje final: se centraría en el escenario.
De hecho, argumentó que mostrar al público era el equivalente de las risas enlatadas de las telecomedias. Ver en pantalla a gente pasándoselo bien era como mostrarle a los espectadores que ellos también se lo tenían que pasar bien en ese momento. Algo demasiado naive y que no respetaba la madurez del público.
El resto de las noches las dedicó a grabar los primeros planos de Byrne, otra a los miembros de la banda y finalmente las tomas generales del escenario.
El show del ‘Big Suit’
Quizá uno de los momentos más recordados del concierto es cuando Byrne sale a escena a cantar la canción Girlfriend Is Better con el Big Suit, un traje absurdamente grande que estaba inspirado en parte en el teatro Noh japonés y que se convirtió en un icono no solo de la película, sino también del propio Byrne.
En una entrevista para la revista Time en 2014 el artista recordó cómo se le había ocurrido la idea: “Me encontraba en Japón entre giras y estaba investigando el teatro tradicional japonés: Kabuki, Noh, Bunraku, y a la vez estaba pensando qué ponerme para nuestra próxima gira. Entonces un amigo diseñador de moda (Jurgen Lehl) me dijo en su típico tono irónico: ‘Bueno, David, todo es más grande en el escenario’. Se refería a los gestos y todo eso, pero apliqué la idea a un traje de hombre de negocios”.
Posteriormente, en una entrevista recogida en el DVD del concierto el artista añadió: «Quería que mi cabeza pareciera más pequeña y la forma más fácil de hacerlo era hacer que mi cuerpo fuera más grande, porque la música es muy física y a menudo el cuerpo la comprende antes que la cabeza».
Estreno y repercusión
El estreno, realizado en el Festival Internacional de Cine de San Francisco el 24 de abril de 1984, fue una auténtica fiesta. Conforme la cosa se fue calentando, muchos de los espectadores se levantaron de sus asientos y se pusieron a bailar y a dar saltos frente a la pantalla. El desmadre fue tal que, literalmente, los saltos del público hacían temblar el edificio. Tanto, que el gerente del local entró en pánico y estuvo a punto de parar la proyección y exigir que todo el mundo volviera a sus localidades. Finalmente, alguien, quizá el propio Demme según el libro, consiguió calmarlo.
La reacción a lo largo de todo el mundo fue similar. La película fue considerada casi unánimemente por la crítica como una de los mejores filmes musicales de la historia, calificándola como abrumadora, fascinante o brillante. También en nuestro país, donde el crítico Ángel Fernández-Santos se mostraba impresionado con su montaje y con su capacidad de mostrar una acción a priori sencilla, como es un concierto de música, y dotarlo de una extraña profundidad. “El balbuceo del videoclip actual y la falta de un encuentro conmocionador entre el rito rock y los cauces horadados por el cine musical […] encuentra en este humilde filme la indicación de un camino que conduce, detrás de lo esperado, a lo inesperado; detrás de la facilidad, a la complejidad; detrás del documento, a la ficción; detrás de una claustrofóbica encerrona, al sereno estallido de la libertad”.
Todavía a día de hoy, la película tiene un 100% de aprobación en Rotten Tomatoes, con una calificación promedio de 9 sobre 10 y una crítica de consenso que reza: “Stop Making Sense de Jonathan Demme captura el enérgico e impredecible directo de la mejor época de Talking Heads en todo su esplendor y agudeza visual».
Ahora, gracias a A24, los espectadores del 2023 volveremos a tener oportunidad de disfrutar de una obra única que se estrenará el próximo 11 de septiembre en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) y que estará acompañada de una sesión de preguntas y respuestas con los miembros del grupo, que se reunirán de nuevo tras su separación en 2002. Jonathan Demme falleció en 2017.
Aunque no hay fecha confirmada de estreno en España, el estreno mundial en salas será el 25 de septiembre en IMAX y el 28 en cines convencionales.